Sueño Raffaella en su segunda temporada se está ofreciendo a los espectadores los domingos en Belisario.
Una propuesta de tres personajes en escena y otros tantos aludidos y tácitos.
Historias profundas de vida que se develan a causa de disparadores que se suceden para desarrollar temas completamente inesperados en los primeros compases del texto.
Respecto de la dramaturgia escrita, como mencionaba, el texto se desenvuelve con efectividad hacia ese lugar no esperado de forma fluida y muy natural. Un gran logro.
Sin embargo, en los primeros minutos desde el inicio, existen algunas informaciones quizás muy repentinas con poco desarrollo que sorprenden (marido-kiosko-horarios), dado que el autor evidencia ser diestro en la administración y la dosificación de la información. Por lo demás en la escritura, un buen procedimiento y habilidad para desarrollar los temas subyacentes de esas historias de vida y de nuestro país.
También se aprecia lo lúdico en la elección de los nombres de los personajes, que con las mismas letras, forman diferentes nombres, metaforizando probablemente que son tres seres en el fondo iguales, pero en la superficie diferentes.
Las 3 actrices son muy queribles y han creado personajes que funcionan como un triángulo de tensiones constantes. Personajes bien diferenciados y particulares en el universo del espectáculo, con densidades notables y un buen uso de las herramientas actorales del cuerpo y la voz.
Estar presentes y la conexión entre ellas hacen de este, un trabajo donde se las puede apreciar con conocimientos cabales de sus posibilidades, e incluso intentado ir un poco más allá, lo que siempre se agradece.
La utilización de las pistas sonoras, al tratar la obra acerca de «La reina de la televisión italiana» eran esperables, pero uno nunca puede mantenerse impasible cuando suenan las melodías de esa ícono del pop europeo y latinoamericano. Lo propuesto en los momentos de las pistas de Carrá también es original, distando de lo que pudiera hacerse con esas canciones y su utilización en la obra.
Quizás el signo teatral que menos puede apreciarse es el que tiene que ver con la iluminación.
No podría explicitar cuáles son las razones de las imprecisiones sucedidas en la función que presencié y la falta de CUEs (cambios y movimientos lumínicos) que se sienten necesarios en diversos momentos y no están presentes. Es sabido que las salas teatrales independientes suelen ser muy rígidas en cuanto a las opciones que ofrecen a los espectáculos en el medio teatral porteño. Quizás se deba a este histórico problema, o sólo sea cuestión de evaluar la «temperatura» que el espectáculo ya tiene luego de 2 temporadas y evaluar que se puede ajustar y agregar, ya que el diseño original ya no se siente suficiente.
El vestuario, maquillaje y los peinados son excelentes. No sólo el de cada personaje, sino la función dramática que cuenta cada uno de estos elementos en el devenir de cada uno de ellos. Desde el quitarse el saco de Dilia, hasta los cambios en los demás personajes de acuerdo a lo que es necesaria en cada momento para contar lo que se desea contar. Colores, formas y texturas seleccionadas y completamente acertadas. Desde los zapatos hasta las pelucas. Bravo.
Es notable como la directora (Silvia Silva) trabaja con minuciosidad en la elección de muchos de los elementos de la obra.
Algo que no es tan recurrente es el planteo de una escena dinámica. La directora construye un espacio donde claramente ya existe alguien habitándolo y trabajando en él. El signo del secador con el trapo recostado por el mobiliario y el café caliente es un signo pregnante y que da indicios de la presencia de la actividad de la “mujer de la casa”. Un signo muy importante dado el transcurrir de la obra.
Otro de estos elementos que considero muy acertados es el sombrero y la ropa de hombre en el perchero. La presencia del dueño de esas prendas está latente, y más aún cuando se devela lo dramatizado. Son grandes detalles que cuentan.
La puesta espacial es bastante ecléctica.
Ambiente pastel con claras referencias a las décadas que oscilan entre los 70 y los 90 (Carrá -> Dictadura). Un extraño plano en 2D pero que a nivel de colorimetría se encuentra en la gama del comedor de la zona derecha, y un gran (y recurrente) tema que se visualiza en muchas obras de teatro: el «living inclinado».
Esta cuestión de orientar de forma diagonal los sillones o ambientes “living/estar” es tema de debates y discusiones en diversos ámbitos en los que he participado. Es algo complejo de justificar a nivel simbólico. Por lo general responde a inquietudes de dos mundos diferentes:
- Desde la dirección: un miedo irracional a que quede “muy frontal”. Entonces, lo inclino.
- Desde la actuación: una sensación de “extrañeza” al estar sentado de frente al espectador y la relación de miradas o corporal respecto de los otros personajes.
No es un tema exclusivo de esta obra, es observable en muchos espectáculos. Encontrar una función dramática (todo debería tenerlo a nivel semiológico en el teatro) a la inclinación de un living no es una tarea sencilla de resolver.
Un espacio inclinado, cuando todos los demás son ortogonales/rectos diferencia muchísimo visualmente a ese espacio respecto de los otros, y cuenta más que el mero espacio donde se “habla de algo importante”. Genera inestabilidad, rompe la armonía, desequilibra el espacio todo el tiempo, no sólo cuando los personajes lo habitan. En fin, luego podríamos dedicar un artículo sólo a ese tema, dada la reiterancia de esa propuesta.
Para finalizar, quiero felicitar inmensamente a todo el equipo por el gran trabajo que hacen con este espectáculo. Hablar de estos temas es tan necesario como urgente. Muchas gracias por el compromiso y el profesionalismo. Agradezco la invitación que me brindaron para compartir algunas palabras desde mi completa subjetividad y experiencia en esta función de domingo 07 de abril de 2024.
Viva el teatro!
Gustavo Insaurralde
Director Teatral – EMAD
Actor – Diseñador de Iluminación – Productor – Gestor Cultural
Co-Fundador «Experimento Escenario Teatro»
FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA «Sueño Raffaella»
Dramaturgia: Guillermo Farisco
Intérpretes: Gaby Barrios, María Fernanda Francucci, María Lucrecia Lamas
Ilustraciones: Pablo Rojas
Diseño de escenografía: Bett Tettamanzi
Diseño de luces: Pablo Rojas
Redes Sociales: @suenoraffaellateatro
Fotografía: Adriana Tettamanzi
Diseño gráfico: Marcela Jusue
Colaboración en vestuario: Gabriela Venturini
Colaboración en escenografia: Mariana Cabrera, Ignacia De La Torre, Yessi López
Asesoramiento de vestuario: Sheyla Caso, Graciela Steinfeld
Asistencia de dirección: José Luis Barrera Galue
Auspiciantes: Gabriel Antiques, Boutique Laureanza
Dirección: Silvia Silva
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